jueves, 13 de octubre de 2016

Reflejos en un ojo dorado

Comencé el mes de #LeoAutorasenOct terminando una novela de Lois MacMaster Bujold que no me ha entusiasmado particularmente y he continuado con "Reflejos en el ojo dorado", de Carson McCullers, que he leído en LC junto con Omaira y Nuria.
Hacía tiempo que quería leer a la autora por pertenecer al género gótico-sureño del que ando enamorada desde hace tiempo, y porque tenía la impresión de que su estilo me recordaría a de Flannery O'Connor, autora de la que hablé en esta entrada. Afortunadamente acerté, y mi primer contacto con McCullers ha sido prometedor.

«En el momento en que se espera un desastre inminente y desconocido, la mente se prepara de un modo instintivo abandonando por unos instantes la facultad de sorpresa. En ese momento la sensibilidad parece agudizarse y entrever, como en un calidoscopio, todas las consecuencias del desastre; y cuando este se produce creemos que, de algún modo sobrenatural, ya lo habíamos previsto»

La breve historia de "Reflejos en el ojo dorado", escrita por su autora sin una pretensión real de ser publicada, sino más bien para disfrute personal, nos sitúa en una base militar y se centra en el matrimonio de los Langdom y los Penderton, ambos unidos por una extraña y fría amistad, sobre todo teniendo en cuenta que el coronel Langdom mantiene relaciones con la señora Penderton, Leonora, y tanto el capitán Penderton como la esposa del coronel, Allison, son conscientes de ello.

Tenemos aquí a un repertorio de personajes de lo más variopinto, cada uno perfectamente caracterizado, ofreciéndonos un modo de ver la vida completamente distinto.
El coronel Langdom es hombre tradicional, hombre que considera que las personas han de hacer aquello que es correcto a su clase y condición sin importar si eso las hace infelices. Y eso lo defiende el mismo hombre que engaña a su esposa, una mujer que le supera en inteligencia con creces. Allison, enferma y triste, es un personaje que me ha gustado bastante. Parece resignada y débil, pero nada más lejos de la verdad, y la relación tan auténtica que tiene con su criado, el encantador y a veces perturbador Anacleto, me ha parecido preciosa. 
En el otro matrimonio está Leonora, una mujer hermosa de pocas luces y ninguna maldad, que a veces es más una niña que otra cosa y por último el capitán Penderton, el que ha sido mi personaje favorito de la novela. Penderton es el estilo de personaje de los que se caracteriza el gótico-sureño, un hombre que retuerce sus sentimientos porque no es capaz de controlarlos o de entenderlos, alguien de apariencia honorable, tranquila y aburrida que sin motivo aparente estruja a un gato por la rendija de un buzón.

En la novela se trata el tema de la homosexualidad de una forma que me ha gustado mucho. No se hace un drama de ello, y aunque nada se dice claro, todo se entiende. Este es uno de los puntos en torno a los que gira la novela, cuya trama no va más allá de los sentimientos y problemas de sus personajes. Sin embargo en pocas páginas McCullers ha sabido presentarnos una historia con mucho que transmitir haciendo gala de un estilo sencillo y crudo en ocasiones que deja entrever una belleza triste, la clase de belleza que sólo tiene el abandono y el olvido.
Y para terminar la reseña os dejo con uno de los fragmentos que más me han gustado. 

«Ya; tú opinas intervino el capitán Penderton que aquello que se alcanza a costa de la normalidad es algo ilícito, algo que no debe ser admitido como un placer. Es decir, que por razones de rectitud moral consideras preferible que una clavija cuadrada se quede dando vueltas y más vueltas a un orificio circular a que encuentre y encaje en otro cuadrado que le vaya bien, aunque no sea de reglamento.                                                   —Exactamente contestó el comandante. ¿No estás de acuerdo conmigo?                                                               —No dijo el capitán, después de una corta pausa.                                                                                                             Con una lucidez espantosa el capitán se vio de pronto a sí mismo. Por primera vez no se veía tal como aparecía ante los demás, sino como un muñeco desarticulado, ruin y grotesco. Se empapó de aquella imagen de sí mismo, sin compasión. La aceptaba sin buscarle alteración ni excusa.                                                                                             —No estoy de acuerdo repitió maquinalmente».

2 comentarios:

  1. Hola querida :) Creo que no es una novela para mi, ya había visto vuestros comentarios en twitter y al ir a buscar la novela por Gr no me dio la sensación de que fuera una lectura atractiva para mis gustos, al menos en lo que me ando decantando últimamente, que nunca se sabe. Un abrazo^^

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  2. El primer fragmento que has compartido me ha encantado muchísimo. Ya sabes que yo leo poco y lenta y ahora estoy con Memorias de Idhún, así que me queda para largo, pero siempre curioseo tus reseñas, por si encuentro alguna joya a la que darle la oportunidad :P

    Al leer el primer fragmento se me ha encendido un poco la bombilla, pero al leer el de abajo, el diálogo, como que se ha apagado. Está un poco enrevesado, y ambas sabemos que lo enrevesado y yo...como que no tenemos futuro.

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